2.4.13

En realidad era Dreamer's Ball, de Queen

La sacó a bailar. Sonaba un jazz.
Sonaban un jazz y dos swings, y ópera y rock and roll, Vivaldi, tango, siete vals y claqué.
Plumas batiéndose, el viento en el mar, un guante de látex, prisa, un gallo cantando, silbidos de cafetera, los gritos de Psicosis, la Little Boy de los estadounidenses, un descarrilamiento, cuatro orgasmos, un mordisco a un bombón relleno, una bola de papel entrando limpia en la papelera, dos horas de aplausos, la corriente eléctrica pasando por un tubo de neón, la tala de un árbol, la Tierra girando en el espacio, un paso crujiente en tierra firme, tu canción favorita, una mano hurgando en el cubo de palomitas, tripas rugiendo, el primer minuto de las hélices girando de la primera avioneta, el 'tap' del bote al abrirse, ciento veintisiete cremalleras, tacones, risas coquetas, una patada al balón, teclas, ronroneos humanos, llaves revueltas, una pastilla efervescente, burlas, cascabeles, la abuela contando batallitas, batallas, llantos, abrazos, un beso, gruñidos, zarpazos, un pestañeo.
Pero solo escucharon sus propios pies trastabillando.
Sonrisita. Hundieron la nariz en el hueco entre el cuello y la clavícula y allí se quedaron, trajeados y transparentes.

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