12.9.15

Mi soberbia. Cuánto soberbia contiene mi soberbia.
Es como los chicles del anuncio: explotan las capas de abajo hasta que la bola, hinchada y avergonzante, estalla. En mi cara. Después de haber empujado a todo quisqui primero: se hace un hueco a mi alrededor a base de placajes e hinchazón. Poquito a poco me voy aislando más...

Así funciona.
Pero se aprende de nuevo.
No sé exactamente si me falta amor propio o me falta un montón. Me decanto porque sea una cosa la que lleva a la otra: me falta autoestima y la intento suplir con mucha soberbia. Eso es.
Eso es un coñazo. ¡Me he cansado de mí! Quiero estar entre iguales, frente a frente y cara a cara (pero no versus) con iguales (es decir, con cualquiera; pero especifico: con iguales que también se consideren iguales). Lo he probado (lo digo como si fuese todo un logro, pero joder. Es que me ha costado hacerlo. No decirdirme, sino hacerlo) y, sin dudas, la vida tiene más sabor cuando el universo es un todo y tú te permites fluir libre con el viento o con el agua o con lo que te dé la gana; cuando miras a los demás y te acercas a ellos para mirarlos, cuando te dejas ver y permites que te alcancen, cuando te abres y estiras la mano y eres valiente, te atreves y conectas con la gente. Cuando miras a los ojos y haces caer todas tus máscaras. Cuando miras a los ojos y solo pruebas a decir la verdad. Sin fallos ni aciertos: solo expresarte. Lo que sea que sientas o que te pase por el corazón.
Darle unas vacaciones a la cabeza y sentir con los cinco sentidos.

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