2.9.14

La calabaza. La calabaza de los días



cuelga tus brazos de mis hombros
como espuma fría, ingrávida
deja que cuelguen
las semillas
no terminan de caer.
Blancos, tiernas, dedos de alambre,
uñas de piedra
guijarros al aire
y el crujir
de los pasos arrastrándose/ hacia alante

Después de siete orgasmos
quedarte inmóvil
con la parálisis del veneno de tarántula
un último beso y aquel escupitajo
en tu lengua un mordisco, cinco púas, barba nueva, cactus en la estepa
Y al octavo
removerte
Realmente no sé cuando empecé a quererme sola
El saxofón que tocaba nocturno bajo un puente junto al río
agua fría
Un hilo de voz, murmullo bajo, nota fina
Sé que no me sabes
No sé a qué sepo.

Las chocolaterías
los cafés abiertos, girados hacia ti
Y sube el ritmo

Sacudes la cabeza
eres un perro ya sin presa
no hay arcos de lluvia
Estás seco
Bocados vacíos
Siempre acabo hablando de comida

Es morder como los bebés que crecen desnudos
mas súmale la maldad del romper restos
el estropicio
dónde están mis sábanas

Todo se encuentra en un gran agujero
en la chimenea más baja y sucia de tal ciudad
París ojalá

Los balcones tienen rejas como virutas desmenuzadas
el óxido te come una pestaña
y la boca
y la nariz
La nariz es importante.
El primer punto de tu alma que tocará
que tocará un ombligo
o el aroma que tú busques
de noche, rastreando
por los senderos de grava y la tierra pastosa
restregando el vientre tierno de dragón
débil, hambriento en la sabana
arquéate resquemado
tostado de naranja

No sé que más decirte
Creo que sí sé cuándo empecé a estar sola
Pero no admito que tengo vida atrás.
Me gustan las despedidas.
Son de lo poco que tiene mucho sentido

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