3.9.14

Delante

Como un monstruo entumecido
hecho un guiñapo
acurrucado
la roca se levanta.
Mide veinte tú asustados.
Vente, pájaro pequeño.
Le caben ciento veintiocho pájaros mojados,
de vuelo y hueso, pluma única,
en las alas ahuecadas.
Tiene
ciento sesenta ojos dispersos
y no exagero
son de luces tenues, amarillas, flúor y apagadas.
Parpadea,
tiene ojos en la espalda
en las costillas
en los codos, las rodillas
a los lados;
y hacia el cielo
se le abre un descampado
-mente abierta, cielo claro.
No están todos abiertos,
tienen sus horarios y sus trucos,
sus desiertos, vacaciones y
-eh-
espectáculos
(a veces el ojo preferiría retorcerse y mirar dentro).


En mitad de la noche me parece un monte puro
negro y lleno de luciérnagas

pero nada más lejano.


Es una roca reposada,
lleva cuarenta, sesenta, cien años plantada
en su mismo cráter
borde arrugado
estrellas secas que se apagan          al humo naranja
Aterrizan vecinos.
Forman cuadrícula.
Pero no empieza nunca el cuatro en raya,
ni el tres,
ni el dos.
El uno titila un poco
porque tiene fe en sí mismo.

Quema el aire en el vacío
dime tú con qué
a ese fogonazo, a ese brillo
con qué ánimo ni ganas
puedes negarle fuego a un niño.

Pero el edificio sigue, clavado en su sitio.

No hay comentarios: