1.5.13

Asumirlo es una palabra fea

Monstruosa. Admitidlo.

30.4.13

plumas= ¿tiempo?

Esta es de hace tiempo.                                                            Va bien con: Victor's piano solo
La valse d'Amelie
The piano duet
The only living boy in New York
Mecracio y Ozean. Son ellos.

Ozean está sentado en una silla, en una cafetería, en una ciudad, en un país, en un continente, en un planeta, en un universo, en una galaxia, en un espacio. Sea finito o infinito, ninguno de estos nos importa.
Es importante que está sentado en una silla, porque esa silla está ante una mesa a un par de metros de una ventana, y se apoya sobre las dos patas delanteras. Eso también es importante, porque de otro modo Ozean no llegaría a los dorados y esponjosos pasteles que acaban de llegar, junto con un café, a su tierna mesita de tres patas que se balancea (cric, ñac; cric, ñac) sobre las baldosas blancas.

Ozean tiene la mirada azul y el corazón pequeño. Realmente pequeño. Tanto, que los pájaros se ríen de él al ver cómo intenta volar lanzándose desde edificios altos. Un corazón pequeño no puede bombear suficiente suavidad líquida para mover unas grandes alas imaginarias, es lógico. De cualquier modo, sus alas son preciosas y él lo sabe; por eso las lleva siempre bien altas y abiertas cuando pasea por la calle.
El chico suele entrar en cafeterías (sólo en las que tienen aspecto francés) y arrancarse una pluma de las suyas, suave, oscura y caliente; mojarla en el café y escribir en las servilletas. Nunca las mancha, porque si no luego no podría volver a meterlas dentro del servilletero, aún blancas y planchadas, para que otra persona con buen gusto, hambre, prisa, amable o golosa las lea con el aroma a chocolate en las manos y los labios mojados de azúcar.

A Ozean no le gusta su vida. Es más, a Ozean lo deprime su vida.
O quizás él deprima a su vida.

Piensa que una lágrima es una lágrima: un saco azul transparente de sentimientos empaquetados al vacío que estalla, se rompe y se desperdiga en cuanto toca la realidad. No le gustan las definiciones como "líquido secretado por las glándulas lagrimales para humedecer y limpiar la conjuntiva del ojo", y las explicaciones más científicas las odia profundamente. Su versión es la buena y hasta el momento no ha aceptado otra.

Y a Ozean no le gusta la poesía.
Ozean ama la poesía.

La poesía en grandes cantidades lo hace sentir triste y melancólico, tanto que puede deprimirse una semana entera hasta poder leer de nuevo algún verso.
Le gusta sentirse vivo y fuerte, y con colmillos y hambre suficientes para comerse el mundo. Pero a veces se pasa y se convierte en una mancha sucia y escandalosa como las que aparecen en los pantalones, los cuellos de las camisas pálidas o las comisuras de los labios.

Por eso Ozean se odia. Es incapaz de decidirse entre lo que quiere ser y lo que le gusta ser. Exactamente: Ozean no sabe que a todo el mundo mundial y absoluto le ha roído esa duda el cerebro alguna vez. Ni se lo imagina, porque tiene el corazón pequeño.

Afirmación de lo extraño o Como la música rara, las galletas mojadas en leche, la soledad, las compañías inimaginadas, la sinceridad, las rastas, el no tener mucho y acabar no necesitando mucho, y los viajes sin ducha por carretera

Quien se queda a probar suficiente tarta
descubre la sorpresa.

29.4.13

Existió una vez una muerte tan dulce,
que el cadáver peso veintiún gramos más
y se despertó al primer día con los ojos brillantes.

Octubre a toneladas

Octubre era el telón que caía sobre el escenario tras cada función. Era grueso, pesado, de terciopelo rojo; e indicaba el fin después de cada brote.
Octubre habían sido los párpados de ella cuando no los sostenía. Él, el pobre mejor amigo, prefería recordar cómo caían después de las fiestas a cuando enfermó.
Octubre fue el mes en que murió, y Marcos la echaba de menos muy, muy, muy,
realmente muy
fuerte.
Seguía yendo a las obras de teatro sin ella. Le gustaría quedarse a cenar con alguien y comentar las obras, las interpretaciones y los finales, pero todos iban acompañados.

18.4.13

Blogger está triste

La temida frase llegó un día de verano: <<Puedo esperar hasta mañana>>. La luz temblorosa de la pantalla se apagó rápido. El ordenador inclinó la cabeza.

Internet es como las hadas.

Reencuentro o Cuando pierdes el tren porque lo que quieres es la estación

Te he encontrado. No nos hemos vuelto a ver, pero te he encontrado en el verano.
Últimamente, con el sol y las chaquetas abandonadas en los percheros de la clase, solo lo presentía. Ni me lo imaginaba. Notaba algo en el aire, en las corrientes cálidas, en la brisa suave, en el olor de la tierra, el frío lejano de las noches, en el cielo, en la luna, en las pieles de la gente y en mi cabeza. Un algo presente. De esos seres de los que estás enamorado (ni más ni menos) cuando están presentes pero que al irse, olvidas. Completamente y sin darte cuenta, sin querer, sin saberlo. Es como si ellos y solo ellos fueran los dueños de toda la consciencia del mundo, y cuando se la llevasen con ellos, no fuésemos conscientes de que se han ido.  Ni de que estuvieron aquí. Ni de que existen.
Eso es el verano.
Y tú, ahora que han vuelto ellos con su consciencia, eres el verano.
Todo lo que me gustó de ti lo he sentido en mi piel ahora, en el aire, en el olor de los suelos que he pisado. Puedo decir que el verano es el culpable de caiga en ti cada x tiempo. Sois lo mismo. Tú eres un bonito puñado de motas de verano que se han unido más fuerte que el resto.
Y no sé cómo dejar de caer, porque el verano es mi estación favorita.