30.3.14

No intentes ser mártir

Lo de ser fuerte es como coleccionar cromos.
Queda bien: has hecho un esfuerzo.
Pero si solo te preocupas por aumentar la colección (a base de sufrimiento), no la vas a disfrutar nunca.
Es inútil luchar por ser indestructible, irrompible, tan fuerte
-llevándote a ti mismo de lo malo a lo peor a propósito, como un sacrificio a tu conciencia, como una redención. Es como darte latigazos por obtener, de ti mismo, el perdón de tus pecados (a dónde nos ha llevado la culpa)-
si no luchas por ser feliz.

Es como quedarse en la introducción eternamente.
Es como aprenderte toda la teoría, toda, toda, toda, para no cometer ningún fallo; para después no tener ni zorra idea de cómo manejarte en la práctica. La práctica es tan radicalmente distinta.

Lo difícil es ser feliz, y mantenerte así. Y aún más, hacer felices a todos los que te rodean.
Pero no no sufrir. El sufrimiento no se va a ir. Coleccionar cromos es inútil.

21.3.14

Canalla

Callaos. Callaos todos.
Un canalla es alguien despreciable y sin principios.
Yo ya soy despreciable puesto que parezco despreciarme a mí misma; solo me queda perder los principios.  Quiero ser canalla. Y así, al menos, defenderme de otras bestias, aunque sea de modo bruto, vasto, ciego y a lo bestia, pero también debe tener su parte divertida.
<<¡Es un canalla!>>, dicen; y cuando dicen la verdad, siempre ves riéndose a carcajadas a los señalados.

Sin principios ni medios no hay final predeterminado. Puedes joder todas las veces que quieras, repetirlo las que te hagan falta, y, y, Y
no lo harás mal. Porque no tienes un 'mal' marcado y delimitado. No hay mal, no hay bien. Hay.
Quiero ser canalla y no rayas-límite, ni mierdas.

(NdA: esta estaba aquí desde hace tiempo)

20.10.13

Yo tiendo a x

La x es un destino. O un camino.
La x es una persona o una cosa.
La x es una letra, o un número.
La x es una tarde. Un solo instante de hojas negras, o de sol, o sin cielo o de techo o con los ojos cerrados.
La x es una vida entera llena de pájaros, o de flores, o de miel, o de humo, o de palos y arena.
La x es un lugar. O varios.
la x me cansa, pero me llama.
La x es el norte.
Pierdes el norte. ¿Y luego qué haces? ¿Pierdes consecutivamente el sur, el este, todos los puntos cardinales? ¿Te quedas con el oeste, o ya ni eso?
No puedes masticar tabaco y escupirlo en la calle. Puedes galopar salvajemente, pero nada de disparar con materia. Matar, bueno; matar sí está aceptado. Pero si tocas la armónica con melancolía en una mesa solitaria, estarás loco.
Ten cuidado con lo que haces, porque no es la lógica la que te llevará por buen camino.


¿sabéis lo que es tender? 
     La x tiende a, imagínate, cinco. Eso significa que la x se podrá acercar todo lo que se os pueda ocurrir, pero jamás tocará a cinco. La x necesariamente se acercará a un imposible (un imposible que existe, para colmo). Cada vez más. Estará a 0'000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000001 micrones de cinco y no podrá tocarlo. No podrá estirar la mano y acariciarle la mejilla; jamás, eso es un imposible. Pero cinco es real. Cinco está ahí, cinco existe.
     Es cierto que cinco está ahí y no se aleja. También es cierto que x se acerca necesaria e irremediablemente a cinco. Y por último, es cierto igual que jamás lo alcanzará.

Eso es todo. ¿Cómo se soluciona?
A nadie se le ha pasado por la cabeza que haga falta una solución, o eso me han dicho. No es un problema, afirman convencidos. Es un hecho.
Para los matemáticos los números no son personas; para los poetas las personas no son números. Solo para el comercio son números las personas, y ellos no se preocupan de sus problemas.


Quizás el destino sí que exista un poquito. Hay cosas que nacen con una cruz a la espalda, como esta x. Irremediables. Hay problemas que no son vistos como problemas, sino como hechos. Probablemente seguirán viéndose así y nunca se solucionarán, porque ¡"no hay nada que solucionar"!
Eso pasa con números, con leyes matemáticas, con las estrellas, que acabarán muriendo tarde o temprano; y con algunas personas.
   No sé si todas.
     Hay muchas que son realmente libres y ni se dan cuenta. No todos nacemos con cadenas. Hay quienes no las han llevado nunca porque desde pequeños les han enseñado a huir de ellas no a propósito; hay otros a los que desde pequeños les enseñaron a atarse y a tirar la llave para controlarse a sí mismos.
     Y hay otros a los que no tuvieron que enseñarles. Porque ya nacieron con una marca en la frente y algo escrito en los ojos que decía que iban a perseguir un sueño hasta acercarse, y acercarse, y acercarse, para después morirse sin tocarlo. Es así. Hay personas que están hechas para luchar y no tener éxito. Nacen ya moldeadas, cada una distinta, con un carácter muy fuerte y un final muy claro (sobretodo para ellos, que siempre lo han notado en las entrañas). ¡Y es así! No pueden hacer nada contra ello. Lucharán necesaria e irremediablemente. Incansables. Y ya los matarán -el tiempo, las fuerzas, otros.

Yo tiendo a x.

Y ni siquiera sé qué es x.


Es una lucha muy triste, a veces. Notas que te arrastra. A veces te raspas y a veces te alegras de que algo tire de ti hacia delante cuando tú te has olvidado de hacerlo.

No tiene remedio. Lo único que puedo hacer es remover la masa gris con cucharita para saber si mi x tiene nombre. Para saber qué estoy buscando, más que nada.

9.9.13

Ahí vamos

Todo sigue. Con ruedas. Sin ellas. Todo sigue.
Arrastrándose. Arrastrado. Hay rasguños. Protectores. Protecciones. O no. Hay heridas. Algunas por dentro, otras por fuera; algunas de antes, otras de después.
Canta todo esto. Cántalo. A los cuatro vientos. A los cuatro sentidos. O a los cinco o a los seis, o mejor siente esos cinco y guárdate el sexto de repuesto. O como un as en la manga. Tienes muchas opciones. Tienes tus opciones. Tú eliges.
Todo.
Tú eliges.
Nada. No digas que no controlas.
No sabes controlar, ehh; no sabemos controlar. Pero controlamos. Queriendo o no.
Y claro, duele. A veces. Con suerte. Para algunos.
Esto o es todo                      muy complicado.
"Muy enamoradísimo". Bueno.
¿Así duele más o menos? No lo sé, no lo entiendo, yo tampoco lo entiendo. ¿Verdad que te identificas? Tampoco lo entiendo yo. No. Nada. O no mucho. O a lo mejor lo entiendo todo pero no entiendo por qué lo entiendo o qué sentido tiene o para qué sirve o por qué pasa- ha pasado. Ni sé qué es y qué ha sido.
Es curioso. Todo muy curioso.

¿Y ahora qué, quién le cuelga a la vida? Es una cuestión importante. Después de los
-cuelga
-no
-sí!
-cuelga tú
-no... tú.
-tú.
(ymasimagínate)
, ¿quién coño cuelga ahora? ¿Quién? Que alguien, no, que él me lo diga.

                Pero
                         dime algo.

                                                         ¡Dime algo!

                                              ¿Hemos muerto ya?

1.5.13

Asumirlo es una palabra fea

Monstruosa. Admitidlo.

30.4.13

plumas= ¿tiempo?

Esta es de hace tiempo.                                                            Va bien con: Victor's piano solo
La valse d'Amelie
The piano duet
The only living boy in New York
Mecracio y Ozean. Son ellos.

Ozean está sentado en una silla, en una cafetería, en una ciudad, en un país, en un continente, en un planeta, en un universo, en una galaxia, en un espacio. Sea finito o infinito, ninguno de estos nos importa.
Es importante que está sentado en una silla, porque esa silla está ante una mesa a un par de metros de una ventana, y se apoya sobre las dos patas delanteras. Eso también es importante, porque de otro modo Ozean no llegaría a los dorados y esponjosos pasteles que acaban de llegar, junto con un café, a su tierna mesita de tres patas que se balancea (cric, ñac; cric, ñac) sobre las baldosas blancas.

Ozean tiene la mirada azul y el corazón pequeño. Realmente pequeño. Tanto, que los pájaros se ríen de él al ver cómo intenta volar lanzándose desde edificios altos. Un corazón pequeño no puede bombear suficiente suavidad líquida para mover unas grandes alas imaginarias, es lógico. De cualquier modo, sus alas son preciosas y él lo sabe; por eso las lleva siempre bien altas y abiertas cuando pasea por la calle.
El chico suele entrar en cafeterías (sólo en las que tienen aspecto francés) y arrancarse una pluma de las suyas, suave, oscura y caliente; mojarla en el café y escribir en las servilletas. Nunca las mancha, porque si no luego no podría volver a meterlas dentro del servilletero, aún blancas y planchadas, para que otra persona con buen gusto, hambre, prisa, amable o golosa las lea con el aroma a chocolate en las manos y los labios mojados de azúcar.

A Ozean no le gusta su vida. Es más, a Ozean lo deprime su vida.
O quizás él deprima a su vida.

Piensa que una lágrima es una lágrima: un saco azul transparente de sentimientos empaquetados al vacío que estalla, se rompe y se desperdiga en cuanto toca la realidad. No le gustan las definiciones como "líquido secretado por las glándulas lagrimales para humedecer y limpiar la conjuntiva del ojo", y las explicaciones más científicas las odia profundamente. Su versión es la buena y hasta el momento no ha aceptado otra.

Y a Ozean no le gusta la poesía.
Ozean ama la poesía.

La poesía en grandes cantidades lo hace sentir triste y melancólico, tanto que puede deprimirse una semana entera hasta poder leer de nuevo algún verso.
Le gusta sentirse vivo y fuerte, y con colmillos y hambre suficientes para comerse el mundo. Pero a veces se pasa y se convierte en una mancha sucia y escandalosa como las que aparecen en los pantalones, los cuellos de las camisas pálidas o las comisuras de los labios.

Por eso Ozean se odia. Es incapaz de decidirse entre lo que quiere ser y lo que le gusta ser. Exactamente: Ozean no sabe que a todo el mundo mundial y absoluto le ha roído esa duda el cerebro alguna vez. Ni se lo imagina, porque tiene el corazón pequeño.

Afirmación de lo extraño o Como la música rara, las galletas mojadas en leche, la soledad, las compañías inimaginadas, la sinceridad, las rastas, el no tener mucho y acabar no necesitando mucho, y los viajes sin ducha por carretera

Quien se queda a probar suficiente tarta
descubre la sorpresa.